27 Noviembre 2006
A veces miramos a través de nuestra ventana y sólo vemos la calle que se extiende al frente. Otras veces ni vemos el cielo y si alzamos la mirada es sólo porque nos preocupa si lloverá.
Ya no es que acotemos nuestro campo de acción sino que limitamos también nuestra percepción, y con ella nuestro entendimiento del mundo.
Hace unos días “alguna” persona “de confianza” nos robó en nuestro espacio íntimo y privado. Yo todavía estaba en España cuando sucedió, pero ha sido un robo perpetrado a ambas. No fue allanamiento de morada porque esa persona tenía el acceso permitido a nuestra casa, fue allanamiento moral, abuso de confianza y un asalto a nuestra amistad. Nuestras sospechas van dirigidas hacia una persona que niega en rotundo tener algo que ver con la desaparición de una de nuestras herramientas de trabajo, el minidisk. Las posibilidades de que esa persona sea inocente son 5 de 100.
Cuando mis ojos se dirigen hacia él se me enfrían la piel y la sangre al mismo tiempo que escaneo sus cicatrices vivenciales. Atravieso su presente para ver más allá… y comprender (lo).
No se trata de justificar las acciones erradas porque de esa forma hasta el delincuente más peligroso tendría justificación. Se trata de llegar al entendimiento para alcanzar tu propia paz, y no dejar lugar al resentimiento, la rabia o la impotencia.
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