11 mayo 2007 Río de Janeiro
Continuamos en Rio de Janeiro, una ciudad que Eva quería evitar en nuestra ruta en favor de las playas del norte pero que nos esta manteniendo atrapadas. Como sabéis la Bantam (nuestro bus casa-rodante) está en venta. A nuestra "celeste" le salió un comprador que por unas o por otras nunca hizo acto de presencia en la recogida del vehículo, así es que la Bantam está buscando de nuevo un comprador.
Mientras tanto residimos en Ipanema, al lado de la Rua Vinícius de Moraes, canturreando de vez en cuando esa canción que la mayoría tenemos fijada en el inconsciente y que este compositor regaló a la humanidad, Garota de Ipanema. Nos mezclamos con los turistas y los locales que inundan la playa con speedos, cocos, deportes de playa y buen humor... eso si, cuando no llueve.
En este tiempo hemos tenido ocasión de hacer las amistades más variadas, desde doctores neoyorquinos a locales nómadas que habitan en favelas.
Este lugar, con su aire de ciudad europea cuidada y preciosista, camufla la pobreza, violación, agresión, tráfico de drogas y corrupción policial que sufre la ciudad de Río, de aproximadamente 7 millones de habitanes.
Una de las acciones más famosas de los policías se produce cuando te echan el alto. La desubicación del turista, debido al idioma y a las ágiles acciones de los policías, facilita la introducción de droga en cualquier posible continente del agredido (en este caso el turista), ya sean bolsillos, mochilas, etc. La acusación y la amenaza de prisión (hay que recordar que tras esto tiene lugar la deportación) va seguida de una solución que el cuerpo de seguridad ciudadana propone al turista: extraer de la tarjeta de crédito la mayor cantidad de dinero que ésta permita.
Por otro lado se encuentran los robos a mano armada perpetrados con arma blanca. Éstos pueden tener lugar a cualquier hora del día y en cualquier localización de la ciudad. Aquí, ver correr a las "crianças" no es un acto que inspire ternura y satisfacción, sino todo lo contrario. Verlos correr significa que alguien cedió sus pertenencias a estos jóvenes delincuentes.
Pero todo esto no ensombrece el brillo de ciertos lugares de la metrópolis y del calor de los brasileños. Sólo se necesita información y no llevar cosas de mucho valor encima.
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