22, solsticio de invierno. Recien llegadas a Vilcabamba. Sol. Calor.El trayecto hasta aquí ha sido accidentado porque nos quedamos en la cuneta de una carretera secundaria, metidas en una zanja, con la Bantam apoyada en un lateral evitando que volvase, en un pueblo de montaña en el que los bomberos tienen que hacer auto-stop para llegar a los incendios. Pasamos la noche cuidando nuestra querida Bantam y durmiendo con una inclinación que nos desvió hasta los órganos intersticiales, porque el jefe de bomberos debía cumplir con sus obligaciones familiares.Y Eva y yo, dos mujeres fráagiles, indefensas, embarradas por la lluvia y la tierra, solas en medio de la nada y con toda la casa a cuestas e inmersa en un hoyo terregoso ¿Cómo íbamos a impedir que ese padre de familia; ejemplo de valentía, protección y amor patriarcal;no se dedicase a hacer manualidades para hacer feliz a su hijo? Ese niño que observa a su padre con admiración y sigue sus dictámenes como si suinocente vida se le fuera en ello, ese niño cuya ilusión es ser el ángel más bello y perfecto de la misa y el paseo de rigor por el pueblo del día siguiente... ese niño merece nuestro sacrificio.Y mientras el jefe de bomberos dibuja unas alas de ángel en un cartón nosotras, detenidas por el accidente, invocamos al nuestro.... por unas alas de ángel que algún día nos devolverán...
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